por valles de verdura impenetrable,
por ríos que paraban hasta el viento,
por calles, por abismos,
por sombras, por inviernos
iba en cascos de rayo tu caballo guerrero.
Y ni la noche vertical de odios,
ni la herida de cauce pavoroso,
ni murallas de espadas,
ni huracanes de pólvora
nulificar podrían tu marcha luminosa.
Llegabas a los pueblos
te llenaban de escudos todos los corazones.
El Golfo de Nicoya tiene en perlas tus frases
la voz de tus cañones esconde el Momotombo,
es barro de tus botas el oro de Guayape.
Hombres te acompañaban
de acero toledano,
de toledano ensueño,
era el sol obediente de tu espada.
Y reían los árboles
y cantaban los niños
y bailaban los héroes de los libros de escuela
y afloraban en canción la libertad
y nacían banderas
y venían soldados
cuando se abría en llamas tu rosa liberal.
Hoy lejos de tu mano
ha crecido tu ejército
la huella de tus plantas es órbita de astros
en tu dolor aprenden a quererse los hombres
es un cielo de lucha la tumba en que te hundiste
Bolívar de los pobres
Napoleón de los tristes.
Y cuando un golpe artero precipitó tu sangre,
cuando tu voz perdióse,
para nacer más honda,
cuando tu espada loca de fulgor
se te fue por los ojos hasta el héroe,
y te perdiste
y te alejaste
y naufragaste
tras un negro dominio de fusiles,
todos te saludamos, todos te revivimos.
Vivo están en el bronce
firme en la miserable carne de cinco pueblos
erguido en tus heridas
en el volcán que elogia tu corazón de fuego
y en el hombre que exalta tu muerte con su vida
-José Antonio Domínguez
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